viernes, 30 de septiembre de 2011

El ruido de las cosas al caer...

    Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte, Era el frío de la nada…José Asunción Silva (Nocturno)
                           
Existen hechos y acontecimientos que, sin conocerlos, marcan nuestras vidas, nos constituyen y estructuran. Muchos de estos se encuentran en nuestro pasado, en el pasado de nuestros padres, de nuestros abuelos, y en el de los padres de estos.  Sucesos que pueden marcar a generaciones enteras, dibujarlas y tamizarlas.
El escritor checo Milan Kundera sostenía que dentro de la narrativa de ficción lo importante era explorar la dimensión histórica del ser humano. Conocer y reflexionar acerca de las nimiedades del mundo de una mujer o de un hombre, nos ayuda a conocer y reflexionar acerca de una sociedad.
Vásquez nos propone realizar este ejercicio, a partir de la vida de personajes que pertenecen a la generación que nació y creció con el auge del narcotráfico en Colombia. Bajo la influencia de Philip Roth, escritor norteamericano de origen judío, quién a lo largo de su obra se interesó en la autocomprensión de sus  personajes, el autor de El ruido de las cosas al caer nos lleva de la mano de Maya Fritts y Antonio Yammara a una Colombia que va más allá de personajes como, Jorge Eliécer Gaitán, Rodrigo Lara Bonilla, Luis Carlos Galán, o Pablo Escobar Gaviria.
En esta obra el miedo y la frustración, que en muchos pasajes de la literatura colombiana contemporánea se estancan en lo banal y superfluo, se matizan y permean con el miedo personal, ese miedo íntimo, como el que muchos tuvimos de pequeños por la oscuridad, el miedo a dormir solos a despertar solos, el miedo no a la muerte de uno sino del cercano a uno.
Vecina del miedo, la frustración, es otro de los elementos que habitan a los personajes de la novela. La frustración por el encuentro que nunca se dio, por la conversación fallida, por la intimidad truncada. Por dejar morir al último de los Hipopótamos del zoológico, al que los niños de aquella generación escapaban los fines de semana. Como sostiene Juan Gabriel Vázquez uno no debe olvidar la circunstancia un poco obvia de que toda novela es, entre otras cosas, una transposición verbal de la experiencia...