- ¿Sabe por qué está aquí?- Joaquín asintió con la cabeza -Los delincuentes no nacen, se hacen- sentencio el hombre. - ¿Alguna vez ha mentido, robado, engañado?- Joaquín nunca pensó estar en medio de una situación como esta. Eran cerca de las cuatro de las tarde. Afuera la gente se preparaba para salir de sus trabajos. Esa noche, los noticieros transmitirían las noticias de todos los días; críticas al Presidente, críticas del Presidente, inundaciones, deslaves, el conflicto en Oriente Medio, sin embargo, la noticia de que -en algún lugar de la ciudad, en el interior de una casa, similar a miles de casas,- Joaquín había comparecido ante la inquisición, pasaría desapercibida para los millones de televidentes.
-Necesito que mires fijo al papel morado en el armario- El inquisidor se levantó, parecía más alto de lo que Joaquín pensó en un inició. Mantenía escondida su cara de angustia. Los latidos se su corazón se precipitaban más y más rápido. El inquisidor se acercó a Joaquín, tomó un cable y se lo colocó alrededor del dedo anular y del dedo medio, otro a la altura de su pecho y finalmente uno alrededor de su vientre. Joaquín pensó que en otra casa de la ciudad, las cosas estarían peor. -Si no se tranquiliza, la máquina puede arrojar resultados que le van a perjudicar, ahí si mi amigo, directo a la cárcel-…