-¡Que
no puede entrar señor!, necesita una autorización. Es sábado y no hay nadie que
le pueda ayudar.
El
guardia que paró a Joaquín en la puerta llevaba quince horas de trabajo
continuo. No iba al baño desde hace seis horas, no comía desde hace nueve y no
había hecho el amor con su esposa hace más de tres semanas.
Manuela
caminaba lento. Sus ojos pequeños y almendrados sostenían a las oscuras ojeras
que llegaban hasta el ecuador de su rostro. De sus labios secos, color carne, se
desprendían pequeñas costras que desaparecían con el viento que llegaba de la
calle. Su padre acababa de morir de un
infarto. En el puño sostenía con rabia el escapulario de nuestra señora del Quinche,
que él le regaló cuando era niña.
Una
televisión plasma de 42 pulgadas suministraba el analgésico necesario para la
monótona espera en el Andrade Marín. Joaquín miró hacia fuera. En el patio, un niño delgado, con
risos alborotados, lloraba mientras agitaba su mano. Saludaba a una señora que,
pegada a una venta de un piso superior, le sonreía aérea y luminosa.
La
paciencia se terminó. -Sino me deja entrar a darle este medicamento a mi madre,
le juro que no respondo-, sentenció Joaquín.
El
guardia reflexionó por unos segundos y le abrió paso. El ascensor paró en el
piso tres. La pintura descascarada de las paredes, los pisos rotos y las
baldosas verdes, que había visto hace quince años, seguían intactas. Lo anterior
había sido sólo una entelequia.
Un
cartel amarillo, en medio la puerta, advertía que los pacientes de este lugar
estaban en tratamiento radioactivo. Una puerta maltrecha era la que conspiraba
contra Joaquín. No podía ver a su madre y entregarle el pastelito de vainilla.
A la salida el guardia era otro. El anterior estaba en el baño haciéndose la
paja. Aún le faltaban dos horas de turno. –Vio que no me demoré nada, más el problema
que se hizo-.
En
la calle una polvareda envistió a Joaquín. Los vientos de la oscura ciudad de
Quito, levantaron sus rizos alborotados y sacudieron el escapulario de la
virgen del Quinche que colgaba de su cuello…
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